martes, 1 de octubre de 2019

Musicoterapia y musicohygge

No parecen ponerse de acuerdo los preguntados sobre  qué música podría acompañar una velada hygge. ¿Tal vez música folk, tradicional? Por aquí la "dolçaina  i el tabalet" resultan demasiado estruendosos, lo mismo que el gaitero en el comedor de Downton Abbey. 

Una música de fondo evocadora de momentos familiares creo que vendría bien para navidad, pero ¿y el resto de veladas?

Encontrar el tipo de música que guste a todos es poco menos que imposible. Entran en juego instrumentos, ritmos... Para algunos el violín es estridente y  para otros un solo de trompeta les abstrae de la conversación.

Y hay un grupo que prefiere el silencio, a veces porque le gusta más la voz y que le cuenten cosas y como no puede prestar atención a lo que le dicen y a lo que le cuentan opta por el silencio.

Lo ideal sería disponer de música en directo pero a menos que seas músico el tema es complejo.

He observado  como a muchos les cambia la cara cuando te ofreces a sacar un instrumento exótico como el didgeridoo o la mbira o kalimba. Más que amenizar se convierte en una amenza.

Luego está el grupo que pone la televisión para tener un tema de conversación y que acaba pasando y teniendo el aparato de fondo.

Así que he optado por la última versión aunque siempre hay un expontáneo para el piano o la guitarra, un rato para lo nuevo y un rato de silencio que coincide con la siesta de alguien. Cuando alguien se  duerme en tu sofá es porque está a gusto, y lejos de juzgarlo mal me parece un acto de confianza y de estar disfrutando del bienestar que te has esforzado en crear.

Ahora no hay invitados y solo se oye un rumor de tele. Hoy no tengo que preocuparme de crear un ambiente para los demás, es mi hygge momento y me quedo con el silencio físico porque en mi cabeza hay mucho ruido. Todos necesitamos un poco de NADA, de vez en cuando, es casi un acto de amor. 

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