lunes, 27 de abril de 2020

El día que no vi mi reflejo en el espejo.




Esto no es un hecho, es una emoción. Nos ha pasado a todos o a casi todos. A veces con premeditación, otras por motivos fortuitos. A veces porque llegas demasiado tarde, otras por llegar demasiado pronto. A veces, simplemente, entiendes mal las cosas y nadie se molesta en decirte, 'así no'.

Ese es el día que desapareces por primera vez, luego vuelve a pasar y a pasar... y dejas de ver tu reflejo.

Cuando alguien nos hace algo malo, los bien intencionados dicen, olvidalo, ignoralo. Pero ¿y si no has hecho nada malo ni injusto? Si lo que ven como maldad es enfermedad, olvido o circunstancias. ¿Como se le llama a quien es capaz de inflingir tanto dolor, una y otra vez? 

Los seres humanos son envidiosos y vengativos y mi temor se está confirmando. Después de este golpe brutal, no han cambiado las cosas. Hacia afuera muchos abrazos de luz pero dentro hay tinieblas.

Si queda alguien que confíe en que la crisis es caos y oportunidad, es chino. Aquí crisis es no tener dinero y la oportunidad se convierte en oportunismo. Quien piense que lo que no nos mata nos hace más fuerte tal vez haya dado en el clavo, pero una fortaleza muy €#&*&@.

Hoy mi hygge se ha revelado contra el confinamiento y me ha dejado en casa sin su apoyo pero ya volverá porque yo no voy  a ser más fuerte, ni más rica ni oportunista, y volverá la manta, la chimemea y el café caliente con tarta de calabaza igual que el invierno sigue al otoño. Y no sonará a amenaza the winter is coming... Si os encontráis mi hygge, no tiene nombre, os lo podéis quedar. Si pregunta por mí, que busque en los espejos. 

domingo, 19 de abril de 2020

Hygge, ¿supongo? En La librería del Sr Livingstone.

En estos tiempos que corren, bueno, ya no corren tanto... Tendremos que cambiar las frases hechas.

Vuelvo a intentarlo. Parece que todos están empeñados en hacernos creer que tenemos mucho tiempo durante el confinamiento, y algo de razón tendrán, pero yo no sé que hago con él porque por no darme, no me ha dado ni para el post de la semana pasada, pero quien no haya tenido un bajón que levante la mano. 

A lo que íbamos. Reconozco que he pasado un mes y no me apetecía ver ni películas ni leer libros, ni escribir. He hecho muchas cosas menos alimentar el intelecto. Así que decidí tomar las riendas y empecé un diario, pero que no cunda el pánico. Me puse a mirar posibilidades y me decanté por Anna. Una película muy serie Nikita. No era ninguna maravilla pero me llevó a sitios en los que había estado y me distrajo, sí, es la palabra. 

Pero había un tema pendiente, con los libros no había tenido tanta suerte. Los dos que había elegido no me engancharon y lo sé cuando empiezo a pasar-saltar páginas. Pero a la tercera fue la vencida. 

La librería del Sr Livingstone de Mónica Gutiérrez me pilló desde el primer momento porque no parecía de violencia y los protagonistas tenían más de 15 años, casi todos. Confluía el ambiente inglés y una librería... Dentro del confinamiento, creo que si pudiera 'elegir' un sitio para pasarlo sería la librería de la novela, con todos esos personajes tan singulares y con los que, por alguna extraña razón, me identifico, incluso con la señora  Dresde.

Necesitaba un libro que me hiciese viajar a uno de mis  lugares favoritos, las librerías. 

El contexto no es histórico como el de mis  novelas favoritas, pero hay historia, no hay violencia pero hay un duelo de palabras, no hay crimen pero hay un amable misterio y mucho amor por lo que realmente importa... Ahora seréis vosotros los que saquéis conclusiones.

Además creo que esta autora y yo compartimos un par de cosas. Una palabra: Serendipity y un concepto  de lo que es hygge muy claro, suelos de madera, chimeneas, sillones de terciopelo, libros y ventanas a lo infinito. 

Me ha devuelto la fe en la búsqueda,  en que hay libros que si que pueden acompañarme en estos tiempos... 


martes, 7 de abril de 2020

Parar está prohibido


"No me da la vida", esos momentos tan intensos que no llegas a todo. Hoy el concepto cambia a "me da pa tanto y más".

Hay casas en la que no comes en el suelo porque mientras pones y quitas la mesa te entretienes. Que han aplicado el método de Isabel Iglesias de 21 días en una semana y han puesto los cajones Marikondo, hasta el del abuelo. 

"Madrugar se va a acabar" Se acabó. Es una realidad. A la porra los horarios y viva el edredoning, y el balconing, que lo mismo sirve para aplaudir, que para una cacerolada, o para tocar o hacer gimnasia. 

Pero ¿Es demasiado pronto para preguntarse qué pasará después? ¿Volveremos de cabeza a no parar, a escondernos detrás de un trabajo alienador para tener un coche mejor, una casa mejor, un apartamento mejor? . ¿O por el contrario, seremos capaces de sentarnos a escuchar los temores de nuestros hijos, los anhelos de los abuelos, la incertidumbre de la pareja... ?  No más, no mejor, si no es más lento y mejor disfrutado.

Ahora es cuando podemos parar, pero desde el exterior todo es alentarnos a hacer, nos crean rutinas, actividades de tal forma que "no te de la vida" para parar y tener dudas, miedos, ansiedades, nervios. Aquietar, alienar, las emociones que no sean la gratitud y la alegría.


Agradecida siempre. Pero no me siento alegre. Sigo viviendo hygge porque sigo haciendo lo que siempre he hecho. Slow, mindfulness pero no tiene que haber alegría, de igual manera que no hay que callar los miedos, ni ahogar la ansiedad. Parar a escucharse y sentirse en silencio o con música. Con velas o con luz. Kaizen, kaizen.



miércoles, 1 de abril de 2020

Horario hygge.

Estos días de confinamiento están dando al traste con uno de los principales ejes vertebradores de la felicidad, el horario.

Hasta hace unas semanas todos, o la mayoría tenían un horario lectivo, laboral, de actividades de ocio, que proporcionaba actividad a unos y descanso a otros. Dentro de ese horario encontraba, yo, mi espacio para escribir. Pero con todos tratando de adaptar su horario a las nuevas circunstancias, me he ido retrasando. Y me ha producido satisfacción colaborar a minimizar el impacto de esta nueva situación, prolongando hasta tarde la atención desde primeras horas de la mañana. Pero 20 días después tengo 24 wasaps en el grupo de trabajo,25, 26...  y ahora son las 11 de la noche. 

Para poder llegar a este post semanal he tenido que estudiar mucho sobre organización doméstica, laboral y márketing, porque, aunque parece poco, teniendo en cuenta las 37 horas laborales, más las tareas domésticas, sacar tiempo para investigar y escribir no ha sido fácil. 

No tengo ayuda y he explicado varias veces por qué, así que minimizo tareas, simplifico espacios, gestiono tiempos y estudio  como cuidar este aspecto que mimo porque me ha hecho encontrarme con mi ikigai. 

Pero todo se ha alterado. Entonces aplicamos kaizen. El objetivo: recuperar el tiempo, primer paso, estar disponible y armada de paciencia, recurrir a un borrador de emergencia, porque hay semanas que da para más pero no todas, así que guardamos. Superada la primera impronta, programar trabajo, tiempo de atención y mira tú por donde, ahora que he conseguido que mis alumnos no me envíen trabajos a la una de la noche, son los adultos los que se empeñan en que el horario no tiene límites. Kaizen, a conseguir. 

Hace dos días que este post debería haber salido, pero el borrador era desalentador, como mi sensación anti hygge. Un danés tiene 37 horas de trabajo, de las cuales hace 33. Es productivo y eficiente de 8 a 4 y después se va a disfrutar de su tiempo. Lo contrario, quedarse más en el trabajo se ve como incapacidad para cumplir tus objetivos a tiempo, falta de respeto a la familia o falta de intereses personales. 

Hoy he encontrado el equilibrio. Mañana contestaré, después de planificar el día. Vuelta al horario productivo, minimalista, organizado. ¿Te apuntas?