lunes, 25 de enero de 2021

Discreción y amabilidad, valores para hygge en el trabajo.


 Me han preguntado si hay hygge en el trabajo. Realmente en el trabajo también  debería haber un hyggekrog, un espacio donde poder sentirte bien. Con la pandemia, ese debería ser un sitio donde estuviese permitido quitarse la mascarilla con cierta seguridad y sin riesgo para los demás, una ventana, una terraza... Y si eso no es posible, por lo menos un sitio donde estar confortable al menos diez minutos.

Pero más que un espacio, debería ser una actitud, una UCI de palabras.

Resulta tremendamente doloroso recibir críticas, incluyendo las constructivas. Pero hay una categoría totalmente anti hygge que pretende ser constructiva y que por el intento, excesivamente rebuscado, de no ofender, se convierte en desconstructiva. ¿Por qué es peor? Porque en esencia pretende pasar por constructiva y destruye de un plumazo al que la recibe, porque se le recuerda que no ha hecho algo bien, que se ha equivocado, que no lo tiene todo controlado. ¿A quién le gusta esta emoción: equivocarse en una relación, en la crianza de los hijos, en una mala compra o gestión?

Por otro lado, la crítica desconstructiva, puede rozar, dar o golpear a alguien que pasaba por allí y se siente el causante del error, del equívoco, de la mala actuación.


Y ¿cuál es el cuidado especial? No es fácil, porque en estos momentos hay mucho miedo al virus. Las emociones están a flor de piel. Hay que poner atención plena (mindfulness ) a las situaciones que nos angustian y no pasar la pelota con mis temores a otros que pueden tener igual o más carga que yo. ¿Qué puedo hacer por tí? Dime que hago las cosas bien en público y las que hago mal en privado. Creo que el sentido común no puede dejarnos en este momento y decir lo que se hace mal en público puede provocar daños colaterales. Es la hora de la discreción. 

Siempre he creído que tratamos de hacer las cosas lo mejor que podemos, sabemos o nos dejan. Que somos falibles. Pero no todos creen lo mismo. Hay quien piensa que no todas las personas buscan el bien común, que hay quien se escaquea, quien obra el mal, tal vez porque albergan la semilla de la crítica desconstructiva. Para mí también es fácil estar en este lado, requiere menos esfuerzo, pero estoy desaprendiendo este y otros comportamientos tóxicos. Te invito a desaprender conmigo. 

Si quieres que tu espacio de trabajo sea hygge, centrate en  hacer lo que mejor se te da, de la mejor forma posible; es presuponer que los demás hacen lo mismo, en alabar los aciertos en público y corregir en privado o no corregir, esa es otra opción. En definitiva empatizar y ser amables. Y si te pasas al lado oscuro, rectificas, te disculpas y das de nuevo la mejor versión de tí mismx, ho'ponopono. 

Un espacio de trabajo amable hace más llevadera la carga que ejerce la mascarilla, la incertidumbre y los reproches. A los amigos los elegimos nosotros, pero los compañeros nos vienen dados, sin embargo, funcionan las mismas normas de cuidado mutuo porque el fin es el mismo, llevar un proyecto adelante y con éxito. 

Feliz lunes y mucha amabilidad. 



lunes, 18 de enero de 2021

Sentido, agenda y sol.

 


El post preparado para hoy era bastante serio y reflexivo, pero hoy no estamos en ese "mood”. Después de un fin de semana que se presumía como principio de otro confinamiento domiciliario y que acabó siendo cálido y soleado, mi piel se ha dado un baño de sol, de ese que tanto aprecian los nórdicos, y con un humor tan hygge lo mejor era seguir así de positiva. 

Este año no hice el post de propósitos y quería hacerlo, para variar, una vez bien estrenado el año. 

El primero y que se ha convertido en esencial es el de conservar el sentido común. Parece que debería ser tratar de sobrevivir al Covid, pero eso es más un deseo que un propósito. Prefiero esgrimir el sentido común, como propósito, porque no podemos dejar de lado la protección, propia y ajena. Tenemos que alimentarnos de forma racional. Ser consecuentes con la naturaleza. Lidiar con las dificultades cuando lleguen y estar preparados para los grandes cambios.

El segundo gran propósito es la organización. Pero no la de las cosas. Creo que por fin he entendido que los cambios van de dentro para fuera. Tener distribuídas las tareas a principio de semana y hacerlas es lo que permite poder escribir este post el domingo y no a última hora el lunes.

Y el tercero y más importante es que al finalizar el día no pienso en la lista de "todoes" sino en lo que he hecho y la satisfacción es más saludable que la ansiedad de lo que queda por hacer.

Y lo dejamos en tres, que es un número mágico. Aprovechemos el sol, la chimenea cuando hace frío y mucho sentido común. 

lunes, 11 de enero de 2021

Orden, caos o 'nada'.


Al principio fue el caos, no la nada, y cuando el caos se ordenó, apareció todo. He reflexionado seriamente sobre mi y el caos.

Al llegar de vacaciones cogí la caótica carpeta para buscar unos documentos y me llevó apenas unos segundos encontrarlos, en ningún lugar en concreto. 

Sin embargo, cada vez que tengo un ramalazo organizativo, traspapelo profundamente los documentos, hasta el punto de no volver a encontrarlos hasta dos o tres años más tarde. 

Es preciso que la conclusión sea que dentro de mi caos está mi orden.  

Ahora bien, lo que aconsejan las gurús es la nada. Si tiras o ”declutteas” y te quedas con casi nada, encontrarás... ¿El orden? En mi caso solo ’la nada' así que me he pasado al lado oscuro del desorden y tengo que decir que tampoco funciona porque, aunque lo encuentro todo, anímicamente, no me siento bien porque en el desorden solo se es feliz  cuando no eres consciente o no tienes que soportar las críticas de los demás. Es tremendo el grito silencioso de quien ve tu armario del trabajo o te ve buscando en el carpesano.

Así que mientras me debato entre el ser y el no ser lo hago desde un confortable sofá delante de la chimenea porque en el resto, hoy, habita Filomena. 

Reflexionaremos y ya os voy contando si elijo orden, caos o 'nada'.

lunes, 4 de enero de 2021

La lavadora y la relatividad.


Hace algún tiempo reflexionábamos sobre los calcetines perdidos en un agujero con vórtice en la lavadora. Ahora se conjura el tiempo. Supongo que alguna lavadora será exacta, pero la mía se toma su tiempo y supongo que lo que te da es una aproximación temporal, que pese a ser alemana, no hace honor a su origen. Yo creo que si pusiera un rato o un rato largo sería más exacto. En cuanto al último minuto, dura entre medio e infinito. El tiempo de la lavadora es relativo como relativo es el luego de un adolescente o unos días cuando pides algo en cierto comercio online. 

Pero si hace un trabajo que hacíamos las mujeres y ya no tenemos que hacer y a ella se suman el lavavajillas y la aspiradora, ¿Cómo vas a exigirle tiempos exactos si no tienes que pagarles nómina? Pero no queda aquí la reflexión. A alguien se le ha ocurrido medir el tiempo que un maestro pasa en el colegio, mientras en  Europa evitan que el profesorado pase más tiempo del que tiene de presencial en el centro. (Seguimos siendo el norte de África) De igual modo no se contabilizan las correcciones, ni las evaluaciones, ni la preparación de las programaciones... Si haces latas de tomates, fichas y listo. Pero cualquier profesión que tiene como centro el ser humano o aquellas que son creativas, requieren un tiempo relativo.  No me olvido de los emprendedores, ahí los días no tienen horas, son las horas las que tienen días. 

Me siento como cualquiera de los animales de esa viñeta que pretende examinarlos a todos por la misma capacidad, la de subir al árbol. Está claro que solo el examinador es mono.

Menos mal que mi lavadora no es juzgada por un mono y yo no voy a controlar el tiempo. ¿Tengo la ropa limpia? Soy feliz.

Así que otro tronco a la chimenea y otro té calentito mientras el lavavajillas limpia los platos de la comida. Solo nos falta una máquina que empareje los calcetines. 🧐