jueves, 15 de diciembre de 2016

Una noche hyggelig versus mindfulness

Recuerdo una noche de hace dos años. El día de año nuevo. Hacía frío fuera y ya era de noche. La chimenea estaba encendida. Habíamos comprado una mesita para café y era perfecta para el tablero del Scrabble que se le había caído a Papá Noel del trineo, porque nosotros le mandamos la carta a los reyes.
Nos iluminaba una luz ambiente y el fuego de la chimenea y empezamos a jugar con los niños. Se iba haciendo emocionante y divertido por la capacidad de los peques y no tan peques de inventar 'palabros'.
Había quedado un poco de cava del día anterior, unas galletitas y unos trocitos de queso y el juego seguía y luego otra partida. Se hicieron las doce con trozos de turrón y una taza de leche o una infusión de aromático rooibos con canela y jengibre.
Ahora cuando pienso en las cosas sencillas que he disfrutado intensamente, esta es una de ellas. Fue una noche hyggelig. Todo se fue acomodando para que quisiésemos prolongar ese momento lo máximo posible. No es reproducible, fue único.
Hubo otro ingrediente que hoy en día está muy de moda, el mindfulness, la conciencia plena y el saborear el momento. Me pregunto por qué no seremos capaces de recrear momentos como ese de serenidad a la par que divertidos, todos los días de nuestra vida, si son los que realmente merece la pena vivir. Creo que todo el esfuerzo que empleamos en que nuestro entorno  y nuestro interior sea acogedor tiene la recompensa de proporcionarnos muchos momentos como este.
Así que ahí va mi propósito de año nuevo: Momentos en todo momento.

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