lunes, 17 de septiembre de 2018

Emponderamiento hygge

Empoderar es la palabra de moda. Delante de las adversidades como la crisis, el maltrato, los abusos, ser capaz de construir un futuro de superación y lucha nos empodera.  Se utiliza con los grupos minoritarios y con los desfavorecidos. Está gastándose hasta el desuso con la mujer. Si pertenece a países "desarrollados" ni es minoría ni está desfavorecida. Y si pertenece a países emergentes o en vías de globalizarse no somos el mejor modelo. Sinceramente, no me siento muy identificada en como algunas mujeres presuponen que  debemos "empoderarnos". Más me gustaría que fuésemos capaces de educar para que nadie tuviera que hacer nada especial para ser tratado igual a los demás, y que la "equidad" y no la igualdad sustituyese al empoderamiento.

Volviendo sobre la reflexión, podría considererarse el paso posterior a una exitosa resiliencia. Ser capaz de resistir a las adversidades y salir fortalecido. Puede que hasta el ikigai lo tuviese en valor. 

Pero el empoderamiento no es hygge, si algo nos situa "por encima de" , se crea una tensión de poderes, envidias y actitudes que no tienen mucho que ver con el flow hygge.

Devolver las patadas que dan los demás no me empodera, creo que el mundo es circular y las patadas vuelven a su origen. Las que da la vida son más difíciles de encajar, y ahí entra la sabiduría popular sobre la fortaleza, el apego, la fe, cada cual según sus creencias.

Me empodera, siguiendo el hygge, una casa ordenada y limpia (ponte a ello si acabas de llegar de vacaciones-un mix de decluttear, flylady y Kondo, día soleado y fresco, unas flores en maceta (que no cortadas) en la entrada, la gata jugueteando en el porche. Y, por supuesto, té y galletas para la sobremesa. Emponderamiento hygge.

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