lunes, 25 de febrero de 2019

Un poco más de hygge, por favor.

Andamos por la superficie de un universo lleno de artificio, sin solidez y siempre buscando soluciones fáciles. 

Pero ¿qué pasaría si nos detuviésemos en lo profundo? En San Juan de la Peña hay dos templos. Uno que ha quedado a plena luz, donde todo es identificable pero aún inexplicable y luego en la oscuridad está el salón oscuro que da paso a la capilla primitiva. Allí todo tiene sentido aunque no sea fácilmente reconocible.

El manantial interior se asoma por la luz junto a la capilla de los templarios, pero vuelve a la oscuridad cursando como útero y desvelando todos los enigmas.

Así es el hygge. A la luz busca la simplicidad pero se manifiesta mejor cuando aparece la oscuridad. La llama, el silencio, la paz interior que sabe cumplido el trabajo y no envidia la vida del vecino, que se alimenta del calor de la manta y de una bebida caliente. El hygge permite disfrutar del ser, del estar, de la lectura, del "cafuné". Todavía podemos disfrutar del invierno. 



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