miércoles, 19 de junio de 2019

Del paroxismo al hygge y más allá.

Había oido aquello de emocionarse hasta el paroxismo pero hasta esta semana no lo he experimentado. Fue un poco traumático  porque dejé de respirar y cuando volví a hacerlo sonó como un episodio de apnea y entonces rompí a llorar. ¿Exagerado? La manifestación artística fue musical. Me resultó tan bella la unión de voces  que no pude menos que dejarme llevar. 

Reprimimos demasiado las emociones, porque mostrarlas nos hace sentir vulnerables. Pero nos perdemos una de las razones de vivir. Experimentar hasta el paroxismo es algo que nos saca de nuestra zona de confort pero te hace sentir tan vivo. 

No se si será muy hygge porque los daneses, con él, buscan momentos de relax y confort mientras elevar el sonido de la emoción crea interferencias en el ambiente.

Hay quien tiene la lista de las 30 cosas que hacer antes de los 30, pero son cosas, experiencias tangibles. No hay una lista de emociones que deberías experimentar en tu vida. 

Rozar cara con cara la de un bebé y experimentar la piel de melocotón; mirar el mundo desde la cima de un casi 4000; ver venir una bandada de pájaros mientras haces paraskate por encima de un castillo; deslizarte por la nieve, involuntariamente, con un plástico al borde de un precipicio; cruzar una calle andaluza al mediodía y notar como el asfalto cede bajo tus pies, dejar que una hola te envuelva y luego luchar por encontrar cielo donde respirar; oir a tres niñas cantar y olvidarte hasta de respirar... 

Debería ser obligatorio establecer un registro de emociones exageradas, que conmuevan. De esa forma, cuando vuelves al sillón con tu café, un libro y un par de velas puedes rememorar esos momentos y ser hygge hasta el paroxismo y más allá. 


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