viernes, 7 de junio de 2019

Estuvimos allí: Subsuelo espiritual.

Algunos de los espacios que más me han cautivado están en el subsuelo de lugares muy espirituales, como úteros telúricos que encierran vida.

De pequeña me encantaba visitar la capilla del Cristo que hay bajo de la Basílica de los Desamparados de Valencia y me conmovió mucho la bajada a las primeras criptas de las catedrales de Valencia y Granada.

Las cuevas, y he visitado muchas, no son lo mismo, carecen de toque humano a la búsqueda de otra dimensión. 

Cambian los cultos, donde hubo un templo romano, luego una mezquita, ahora un templo cristiano... ¿Y después? 

Sabido es cómo me cambió el templo de San Juan de la Peña. Pero la última imagen que tengo en el recuerdo fue la cripta de San Carlos Borromeo en el Duomo de Milan. Tanta belleza escondida a aquellos que solo ven la superfice de las cosas.

Aunque me negué a bajar a una cripta y no me arrepiento, porque allí hay algo parecido a una advertencia. Temen, los que trabajan allí, que un terremoto los entierre vivos. Están reconstruyendo la cúpula pero los pies son inestables, estan apuntalados y los que enseñan el tesoro de la catedral miran con escepticismo la chapuza. Parece decir esta sagrada reliquia del catolicismo, por encima de mi nadie y por debajo solo el hijo de Dios. Sí, si alguien lo ha reconocido  hablo de Turín.

Otra vez se repite esa sensación de que hay más a la vista de lo que parece y que las cosas están para entenderlas, no demasiado lejos de donde se supone. Estuve tan cerca que se me eriza la piel. Y sobre todo, se nota un secretismo escondido tras un fingido temor de que se le quite importancia a todo lo que allí se muestra como si el mandylion no tuviese que ser lo más importante. 

Quién quiere ver que vea, quién quiera creer que crea. Pero hay cosas que se sienten. Feliz semana y seguid buscando. 




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