lunes, 7 de diciembre de 2020

Empezar a acabar.

 


La expectación que está generando la Navidad este año no es comparable a la que genera el fin de un annus horribilis, que me río yo de los que acompañaron a la corona británica. 

Pero ¿qué esperamos de este nuevo año? Una pandemia no nos ha enseñado lo que tiene valor. Los imcendios de la Amazonia se han olvidado y los desastres naturales no nos han ensordecido. La naturaleza grita y patalea sin por ello conmover nuestros sentimientos.

2021 deberíá ser un año para poner el contador a cero y volver a empezar, pero bien. Hay como un pánico contenido que nos impulsa hacia el consumo en lugar de hacia el sosiego y la calma. 

Creo que voy a dejar pasar el tren, no voy a coger ningún toro por los cuernos ni voy a salir de mi zona de confort. Ha llegado el momento de concentración en lo que hay y de disfrutar lo que nos dejen las circunstancias. El giro va a ser expectacular, hacia mí misma.¿Y quién sabe? Tal vez descubra que no me gusta ser vegana, ni minimalista, ni ordenada...

Ya he descubierto que me gustan los gatos, el chocolate en tazón redondito, las mantas mullidas y las chimeneas encendidas. Que no me gustan las mezclas de tés con frutas, los calcetines con muñecos en las puntas, los dulces sin azúcar y las personas sin humanidad.

Creo que estoy en el camino correcto.


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