sábado, 14 de enero de 2017

Cambiamos las reglas para seguir viviendo

Una de las cosas que más me gustó de Copenhague fue la bicicleta. Delante de cada puerta, casa, estación... viejas, nuevas, abandonadas, customizadas. Hay algunas en las que el hygge del propietario invade las calles. Desde que llegamos al hotel le eché el ojo a una del mismo color que mi equipo azul, y me vi subida en ella antes de acabar el viaje. Así que el último día después de asegurarnos de que no cometíamos ninguna infracción y familiarizarnos con la señalización alquilamos primero una, luego dos más y finalmente una para cada uno.

Por desgracia me caí y me hice bastante daño, pero como soy muy obstinada y no estaba dispuesta a fastidiarle a nadie la excursión, me volví a subir y seguí pedaleando hasta la fortaleza que hay cerca de la Sirenita y de allí de nuevo al hotel. Para entonces el dolor era algo más que insoportable y la pierna tenía un volumen excesivo. Antiinflamatorio y al aeropuerto.

Al llegar a casa y ponerme ropa cómoda me llamaron la atención sobre el derrame que tenía detrás de la rodilla, el desgarro debía ser de cuidado. Si vuelvo a subirme en una bici que tenga carrito detrás con algo más de estabilidad.
No, no he renunciado. En la vida no se puede renunciar a nada, hay que cambiar las condiciones, pero se tiene que seguir jugando. El médico me prohibió subir escaleras y rampas pero sigo subiendo escaleras en el trabajo, unos días con mejor ánimo que otros y vivo en un pueblo que no es plano, pero siempre es posible buscar caminos menos duros. Un día volveré a subir en bici y tal vez en algún momento me anime a pasar las horas que requiere un viaje a Japón. 

De momento, fuera han bajado las temperaturas, en la chimenea arde el fuego, hay una taza de té y sí, hoy ha sido un día hyggelig.

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