martes, 10 de enero de 2017

La seguridad da felicidad... pero es tan insegura.

Hay gente que se implica y me encanta la carta de este profe que no teme lanzar un cubo de realidad a sus alumnos desde la plataforma que ellos más utilizan, en estos momentos, porque el cambio que se está produciendo es vertiginosos y puede llegar a marear, pero hay verdades que trascienden cualquier cambio, y es que las normas que rigen la vida fueron, son y serán aleatorias.

La adolescencia es una época muy complicada donde la autoaceptación depende en gran medida de la aceptación de los demás, la inseguridad es física y psíquica, se es consciente de las dificultades del entorno y es difícil alejarse del camino 'fácil' a menos que acaricies un sueño futuro e incierto.

Aunque nosotros nos recordemos, en perspectiva, de otra forma, lo cierto es que la adolescencia no ha cambiado, ha cambiado el entorno. Hay más inseguridad ciudadana y más sobreprotección y una madurez más tardía. Hay elementos tecnológicos que no satisfacen necesidades, sino que las crean.

Los valores han cambiado. Han cambiado las relaciones entre padres e hijos, entre alumnos y profesores o entre jefes y empleados. Son las mismas que hace cuarenta años, o más, pero disfrazadas de falsa modernidad porque los paradigmas no se cambian de la noche a la mañana.
 
Poder confiar nos da felicidad, pero la realidad es incierta. No podemos basar la felicidad en la seguridad pero sí en el esfuerzo, porque independientemente del resultado, el trabajo bien hecho siempre es satisfactorio.

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