miércoles, 17 de mayo de 2017

Los toltecas a la búsqueda de la felicidad.

Calderón decía en su obra la vida es sueño "Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño; QUE TODA LA VIDA ES SUEÑO Y LOS SUEÑOS SUEÑOS SON" Descartes también se plantea si esto no será todo un sueño antes de llegar a Cogito ergo sum. Pero para la milenaria cultura tolteca-mejicana la "realidad" que asumimos socialmente es  un sueño colectivo, el sueño del mundo.

Ellos dicen que desde  que nacemos interpretamos la realidad mediante acuerdos, acordamos lo que es una mesa, lo que está bien y lo que está mal, quiénes somos y nuestro lugar y a  esto le llaman domesticación.

Domesticación, que cuando eres adulto, pasa a ser autodomesticación. Incorporamos un juez que es quien nos recuerda los acuerdos y una víctima que nos culpabiliza cuando no cumplimos las exigencias del juez, creándonos desazón y malestar. El temor a los estados de culpabilidad los denomina miedo y el miedo se instala en nuestras vidas.

El miedo y la autoexigencia (que no son nada hygge) a no cumplir las espectativas de perfección que hemos asumido socialmente en el acto de domesticación ha creado nuestra idea compartida de infelicidad.

La solución es  cambiar el sistema de creencias y establecer nuevos acuerdos: sé impecable con tus palabras (qué difícil cuando se tiene el hábito de hablar mal de los demás), no te tomes nada personalmente, no hagas suposiciones y haz siempre lo que puedas. 

¿Los toltecas buscaban el hygge danés, o solo me lo parece a mi? Son corteses, flemáticos, analíticos y cumplidores.

Los acuerdos parecen capaces de conectar culturas, sean de donde sean, en su búsqueda, incansable, de la felicidad. 

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