viernes, 12 de enero de 2018

Un hygge para cada cosa.

Hoy he descubierto que no solo hay un tipo de hygge, que tiene múltiples aspectos, y que no solo se trata de encontrar bienestar en las pequeñas cosas, sino también hay que ser conscientes de las microcosas.

Hay un  hygge de manta, taza de 'algo' caliente y pies en alto, pero también hay un venindehygge o reunión de amigas para una sauna, o un café, o algo especialmente preparado, o de reunión de amigos para compartir una velada de FIFA; de chicas con música, pijamas, maquillaje; de niños con sus juguetes y tazas de té o juegos de mesa; de jóvenes con la Play Station y unas cervezas, de playa, con los niños, sandwiches, guisantes tiernos y pastelitos de canela; grillhygge, con una barbacoa donde lo menos importante es lo que se cuece. 

El mes hygge por excelencia es diciembre, el jules hygge o Christmashygge, para reunir a la familia y preparar las pequeñas cosas que regalarás a los conocidos en navidad. Un hygge de domingo por la mañana, con comida en familia, en pijama si cabe, porque es la familia, sin prisa, donde no es necesario preparar nada especial, simplemente levantas la cabeza y allí están todos, en el sofá, con los pies en alto, algo caliente , un libro, la música, una tarea de última hora, pero sin prisas.

Y hay un hygge en el extranjero, algo que tratan los daneses de conferir a su hogar, con ayuda de los elementos que todos identificamos como hygge pero que sin ellos no es hygge, sino algo parecido a confortable. 

Yo sigo llamándole hygge a ese momento de llegar a casa, después de trabajar, quitarte los zapatos y ponerte el jersey extragrande, de lana gruesa cruda y sentarte delante de la chimenea, encendida, con un buen libro, los pies en alto y una taza de chocolate. Me encanta el de fin de semana de edredón, ducha hirviendo, desayuno casi brunch, y la sensación de que las horas son meramente orientativas, pero sin un fin determinado. ¿Tienes tú el tuyo?

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