lunes, 4 de febrero de 2019

Poniendo en orden las emociones.

A veces es más fácil reducir el ruido exterior que el interior. Podemos llegar a creer que una casa ordenada va a darnos bienestar,  hasta ahí la influencia de los gurús del orden y la limpieza. La realidad es más enrevesada de lo que parece. Juzga con tus propias experiencias.

Después de trastear un año con el armario de la ropa- nada de un día -he conseguido reducir la acumulación deshaciéndome de la ropa, que pasado un mes, no me pongo, porque se ha deteriorado o me cae o me aprieta. Y si no es por ninguna de estas tres razones la pliego en un cajón al estilo Marie Kondo.

Así va creándose el armario cápsula que me gusta y me hace sentir bien y cuando mejor me siento por dentro más simplifico por fuera, y cuando menos tengo, menos me cuesta tenerlo ordenado, y entonces me siento mejor y he llegado al objetivo de vestirme por completo y cada vez gasto menos "ropa de estar por casa" porque la que me sirve para ir por la calle es la misma con la que me siento cómoda.

Pero con todo lo màs importante es la actitud. Mi destreza a la hora de ordenar a aumentado, el esfuerzo está siendo significativo, pero lo que está multiplicando es la actitud. No es fácil, ni se le dedica poco tiempo, pero cuando te mentalizas  de que el objetivo es lo que cuenta ya estás preparado para crear el hábito, eso entra dentro del campo de las emociones. Emociones que con nuestro carácter mediterráneo, están muy a flor de piel y tremendamente desordenadas.

Guardamos en el armario el pasado en forma de ira, el presente en forma de envidia y el futuro en forma de miedos. Hay que proceder igual. Ponernos delante del armario e ir tomando una a una las distintas prendas. Si las sacamos todas podemos ocasionar una gran distorsión  en las dimensiones espacio-tiempo. Si nos hace feliz la volvemos a colgar y si no nos sentamos a reflexionar qué la trajo, cómo llegó ahí y si merece la pena dejarla o nos deshacemos de ella. ¿Cómo? Lo primero, no es fácil y necesita tiempo y resiliencia. Es lo que vulgarmente se conoce como meditar.

Llevo desde el lunes de la semana pasada decidiendo voluntariamente sacar el enfado gratuito del armario y hasta el miércoles no lo conseguí. Luego el viernes, una influencer a la que sigo le da por el mismo tema. Y yo me pregunto siempre, por qué. Así que ahora que llevo varios días sin enfadarme airadamente, que no es lo mismo que expresar lo que te incomoda, me voy dando cuenta de lo inútil que es. Afortunadamente no acumulo envidia, el color nunca me ha favorecido, pienso que se debe a que carezco de ambición, y miedos poco a poco los iremos sacudiendo, sin embargo, algunos deberemos conservarlos, aunque no nos hagan felices, por sentido común, ese que le falta a los almendros que florecen antes de tiempo.

Me había propuesto ordenar durante este año, papeles y demás, y mes por mes contar la experiencia. En marzo veremos que hemos hecho con febrero. Mucho hygge mientras, mientras siga siendo invierno. 

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