martes, 22 de octubre de 2019

Orden en modo mindfulness, sin estrés.

Los nórdicos tratan de conservar el orden, sobre todo si la estancia tiene amplias ventanas abiertas a la calle, lo de abiertas es un decir, sin cortinas. Muestran cerca de la ventana o en la repisa qué hay detrás de las misma, objetos variopintos, jarrones, velas, lámparas, en la mayoría de las ocasiones composiciones minimalistas. Pero no tiene mucho que ver con la desatada campaña de poner en orden todo.

Marie Kondo se ha hecho famosa en los Estados Unidos por dos razones básicas, sus casas son grandes y, si no tienes servicio doméstico, son muy difíciles de mantener para una foto de revista y se mudan con bastante frecuencia, lo que agrava el tener todas las cosas controladas. La reina de este control de mudanzas express fue la creadora del método Flylady que abonó la llegada del método Kondo que implementaba el anterior método con una simplificación previa de las posesiones, antes de ordenar. Ella, en su libro, apuntaba que le costaba mantener el orden porque tenía muchas cosas y deshacerse de ellas consistía en pasar el problema a otro sitio o a otra persona. Ese es el motivo por el que no es profeta en su tierra. Los japoneses no viven en apartamentos amplios, y de siempre han tratado de mantener visualmente limpio y despejado el espacio multiuso, con lo que el método de MK no les soluciona el problema real, quieren más espacio y poder conservar todo lo que adquieren. 

Pero a parte del hecho de si se sigue tal o cual método, hay cosas que me preocupan, y supongo que si reflexionara un poco más habrían más. Por un lado no puedes vender que en tantos días tendrás la casa ordenada, porque cuando no eres ordenado o convives con alguien que no lo es, el orden no solo no se mantiene, sino que recae sobre quien lo quiere y crea tensiones que como Marie Kondo explica en su libro, puede acabar con divorcios, ella sostiene que el desorden ocultaba la ruptura, pero yo sostengo la teoría contraria. Un exceso no compartido puede llevarte a manifestar un comportamiento obsesivo que cree conflictos. Pero, ¿Por qué de pronto nos ha entrado esa ansiedad, casi toc, de tener todas las perchas alineadas con las prendas por colores?

No todos nos podemos permitir tener ayuda en casa y a la mayoría si nos ofreces una tarde de limpieza o hacer yoga, elegimos el yoga, por lo menos hasta que te haces seguidora de alguna gurú del orden porque entonces llegas a casa y observas el caos que se ha generado en tu ausencia y decides dejar el yoga para aplicarte a vivir en un entorno que te inspire paz. Pero el problema subyace, yo no quería limpiar, quería hacer yoga, ¿Quién ha conseguido convencerme de que quiero limpiar y ordenar? Entra en instagram o en you tube, ordenar es una corriente más, como ser vegano o hípster o minimalista. Además está el tema de los retos, antes era un tema deportivo, Vale estableció el reto de vivir 3 meses con 33 prendas de vestir, Alicia el reto de ordenar tu casa en 21 días, los cosméticos te retan a probar sus productos diez días... Y yo que me apunto a un bombardeo estoy extenuada. Colecciono listas, métodos y retos en el bullet journal-porque eso de las agendas pasó a la historia- con la inocente idea de que algún día podré utilizarlas de forma metódica pero hay algo que por fin he aceptado, veo, sigo, creo todo porque todavía pienso que un día limpiaré y será para siempre...mentira, habrá que volverlo a revisar una y otra vez cada día, cada semana, así que he decidido crear mi propio método, HAZ EL BIEN y lo más importante Y NO MIRES A QUÉ. 

Solo trato de hacer mindfulness, si estoy en modo descanso, descanso, si estoy en modo creativo, creo y si estoy en modo limpieza, limpio. Y me cabrea que se interfiera en los distintos modos, sobre todo porque mi modo limpieza coincide con el modo descanso de otro conviviente, o con el creativo y viceversa. Pero si fuera perfecto no sería wabi-sabi. Nunca he sido una persona ordenada, de hecho he sido una pesadilla para mis padres, que lo son y mucho, ¿A quién voy a engañar ahora? Ordeno mi armario y mis cajones como el que lee el libro de moda, pero no lo he escrito yo. ¿Me siento bien cuando veo el resultado? Si, como cuando me tomo un café con leche, pero he asumido que mañana tendré que hacerme otro y tendré que volver a organizar el cajón o no, todo dependerá de lo que me ofrezca la mañana. Y siempre, siempre, siempre ganará el modo creativo, o ya no merecerá la pena ni ordenar, ni tomar café.


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