martes, 26 de noviembre de 2019

Gente bonita, gente hygge.


Hoy tengo ganas de hablar de la gente de las pequeñas cosas. De la niña  que te mantiene abierta la puerta, de la alumna que te dice 'qué bien hueles', de la mami que te mira con mezcla de envidia y ternura mientras le devuelves a su trozo de cielo que se convertirá en tempestad y torbellino tan pronto llegue a casa, al compañero que escucha tus quejas, a la compi que con cariño bromea con tus dolores para que te sean más leves, a tu pareja que viene a buscarte para decirte que junto a la chimenea se está mejor, aunque hoy el sofá te parece el sitio menos cómodo para las rodillas, tus pequeños armarios empotrados de adolescencia comprimida que te tapan con un abrazo inconmesurable...

Gente bonita que te contesta con un silencio complice, con una pregunta positiva, con un 'te escucho'. 

Gente bonita que tiene heridas de guerra que las hace más bonitas porque su apego a la vida las vuelve exhultantes, seguras y vitales, aunque sus momentos oscuros les hacen temblar ante la imcertidumbre de la evolución de sus heridas y se esconden en la quietud de sus inseguridades.

Gente bonita que no necesita ni chimenea, ni calcetines, ni manta para hacerte sentir hygge en el café más abarrotado, porque la conexión interestelar se recupera aunque hace mil años que no os veis.

Gente bonita que lleva la luna en la mirada y el dedo en el corazón. 

Gracias por ser de luz. 

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