lunes, 4 de noviembre de 2019

Hygge, de un modo de vida a un estilo de vida

El hygge no tiene una descripción clara y definida. De hecho te lo explican de muchas maneras y cada cual desde su experiencia del tema. Ese grupo de chicas que recuerdan sus noches de lucha de almohadas o de primas con pijamas, calcetines, peli de miedo o romántica, pintauñas, revistas, pase de modelos, cacao caliente con nubes y galletas y cojines mullidos.

Para otros largas sobremesas con vino caliente y un buen trozo de esperada y jugosa tarta, más que la cena que era una escusa.

Esos muchachos que recuerdan sus tardes de pintar Warhammers y los interminables juegos de roll al estilo 'nerd' Big bang theory. Noches en la cabaña de los padres en Malmo con el cosplay de Naruto.

La sauna familiar, la merienda de dos íntimas, la final con pizza y cola, etc. 

Hoy es un estilo de vida, viviendas confortables pero sin excesos, con objetos evocadores de intimidad y confort. La iluminació es tremendamente importante. La temperatura o cómo experimentarla es de vital importancia. Frío no pero achicharrarse tampoco, si no ¿para qué la manta?. 

Mi hygge empieza cuando entro a clase y puedo empezar la jornada leyendo, una clase redonda con alumnos atentos, un gesto de compañerismo entre ellos, un café con polémica en la sala de profes, un patio conversando con... Un debate abierto con los mâs mayores, un 'oye y tú ¿cómo te llamas? 'de los pequeños. El aire cálido del mediodía y el fresco de la noche, no tener que pasar por el super, subir a casa disfrutando de los árboles y el paisaje que me recibe. Una chimenea encendida, todos en casa y bien, conversación con los abuelos, pan caliente para cenar, tareas de una horita corta y sentarme a leer o a escribir delante de la chimenea con algo calentito en una taza bonita. No es algo simple, es más bien algo que va tejiéndose a lo largo del día, es mi  hygge de muchas pequeñas cosas. 

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