lunes, 11 de noviembre de 2019

Cambio de clima, clima de cambio, al abrigo del hygge.

Llega el tiempo de adobar aceitunas, usar el aceite de freir para hacer jabón casero, comer castañas, recoger aceitunas, pelar almendras...

Son tareas que no interesan a la economía, porque no generan gasto ni endeudamiento. No produce resíduos sino que los transforma. No consumen plásticos, no contaminan, no pagan impuestos. Son saludables y no favorecen a las empresas farmaceúticas.

Se avecina una gran crisis promovida por una generación que ha crecido con lo que los milenial soñaban y que observa con espanto cómo  nos estamos comiendo la tierra, cómo la estamos exprimiendo, como rellenamos, con basura, los agujeros de tierra que gastamos para construir nuevas casas. 

La crisis la causarán los minimalistas, que  no quieren consumir por consumir. Vendrá de mano de consignas como sostenibilidad, reto333, armario cápsula, no hay planetaB, 4Rs. Veganos porque dicen no a las granjas intensivas, divergentes, porque no aceptan las normas establecidas, insurgentes porque no saben como decir 'basta ya'. Aburridos de los vendedores de humo y de los banqueros de tiempo.

La sociedad, ahora, ya, tiene la obligación de actuar en vez de esconder la cabeza en viejos paradigmas que no asumen la responsabilidad. Yo soy la que contamina, la que agota las reservas naturales, la que deja huella ecológica de dinosaurio. También soy capaz de verbalizar emociones, armonizar sonidos, crear arte y si me das una taza de café, una vela, una manta y un fuego, te rodeo de hygge. ¿Seremos capaces de resistir el embate, de reinventarnos para sacar a flote una economía no basada en el tener y más orientada al ser? 

Ayer un día intenso, hoy reflexión. Mañana...





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