miércoles, 27 de mayo de 2020

Estuvimos allí: Malmö

 
 

Como en el pasado post recuperé una foto de la estación de Malmö, me hizo recordar que existían los estuvimos allí. Y, personalmente, fue una de mis experiencias más gratas y baratas. 


¿Por qué Malmö? Originariamente el destino era Copenhague, pero estabamos alojados delante de la estación y habíamos leído que los universitarios de la capital danesa la tenían como ciudad dormitorio, y más, desde que ambas ciudades quedaron unidas por el Øresundsbron. Un puente para coches y con tren que en algún momento abandona la superficie del mar y se hunde en mar vikingo o estrecho de Øresund. Solo esto ya prometía y era un viaje de poco más de media hora. 

 
Decidimos ir a cenar a Suecia. Vamos, decidme que no os gustó cuando Richard Gere lleva a Julia Robert en su jet privado de Los Ángeles a San Francisco. O ese, hoy desayunamos en París. Pues en Dinamarca puedes permitirte el lujo de cenar en Suecia. Creo que ya suman bastantes alicientes como para planear una visita internacional. Y además la cuna de Ikea. 


Si no nos conociéramos, y pensarais que soy tan superficial, os bastaría, pero la verdadera razón, para este y otros muchos viajes, era un parque. Especial por un huerto ecológico que cuidan y trabajan los habitantes de Malmö y un barrio reedificado, atendiendo a criterios de sostenibilidad. 

Estaba lloviznando y el día era gris. Desde el interior del parque pudimos ver la moderna Torre Torcida de Calatrava, a un lado, y al otro, un típico molino de viento de madera oscura en un parque, de los muchos, lleno de detalles.
 
Cenamos cerca de los músicos de la Optimistorkesten, en una pizzeria de la calle principal, donde hablamos en italiano con los dueños y un argentino que había vivido en barcelona.
 
Pagamos con coronas suecas que habíamos sacado de un cajero cerca del ayuntamiento y dimos un paseo callejeando y disfrutando de las ventanas decoradas con cortinas, encajes, velas, tazas, luces varias... y los colegios sin puertas. Los parkings de bicis, con los bombines para inflar las ruedas por doquier. La  escultura del arma con el cañón haciendo un nudo. Las calles de marcha con gente charlando animadamente. 

Pero, lo que sin duda quedará en nuestra memoria fue el regreso. Parece ser que  en la frontera piden documentación y billetes. A la ida no pasaron, pero a la vuelta sí y por lo visto nuestros billetes no eran de ida y vuelta. Afortunadamente, y después de explicar como en Dinamarca el billete servía para todo el día incluidos autobuses de otras poblaciones, habíamos dado por supuesto lo mismo, ya que la máquina expendedora solo estaba en danés. Nos explicaron que habíamos sacado billetes solo de ida pero individuales y que lo preferible era un familiar. Que dado que la diferencia era poca y eramos turistas que lo dejaban correr. 

La cara de preocupación de mis hijos era un poema, hoy nos reímos al recordarlo, porque aunque fueron amables, no dejaba de ser policía de aduanas y acongoja un poco. 

¿Se os quitarían las ganas? No era la primera vez y luego recorreríamos el Piamonte y la Toscana en tren... Pero eso es otra historia. 
 

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