lunes, 21 de septiembre de 2020

El noble arte de respirar.


No sé si alguien habrá echado de menos los posts, y no sé si alguien esperará una explicación, pero no la hay. No estaba de vacaciones, no hay falta de contenidos, no hay escusas ni justificaciones. Era hora de volver y aquí estamos, tumbada en un sofá, delante de una chimenea apagada, sin manta y simplemente disfrutando del noble arte, del placer increíble de respirar sin mascarilla.

Hoy me preguntaba qué tenía el hygge que decir de esta absurda, inquietante, incierta... situación que se nos ha venido encima.

Ellos, los gatos, lo tienen claro. Cojín y chuches. Sillón, confort y taza con. Hoy el hygge no estaba en casa, hoy he entendido el hygge que ellos, los gatos y los daneses, experimentan. El de buscar un sitio al sol, donde corra el aire, una ventana abierta, y quitarte la mascarilla para respirar. Esta dieta de oxígeno hace que un poco de aire fresco se convierta en el mejor cigarrillo, en el café más oloroso, en el pastel que recuerdas con nostalgia. Echar de menos el aire es doloroso porque nos hace recordar cómo hemos ido renunciando al agua de manantial, al pan recién horneado. Como hemos sustituido lo natural por plástico y de pronto me han entrado ganas de poner Lorax a mis alumnos, porque el ’malo' quería vender oxígeno embotellado.

Quitarte la mascarilla 5 minutos mientras almuerzas o tomas un café se va convirtiendo en 6 o 7 minutos de pijama y calcetines. Pronto llegará el invierno y tendremos que reinventarnos. Pero el otoño trae alivios que llenan el alma. Respirad y mucho hygge. 


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