lunes, 5 de octubre de 2020

Intermitencias y latencias


Primer lunes de octubre y pasa de las 11 de la noche. No se si me dará la vida para publicar el post del lunes porque me acabo de sentar ahora, después de una intensa jornada de trabajo, comida estresada en dos turnos, a las dos y media adultos y a las tres y cuarto prole. Luego cambio de armario, porque empieza a refrescar. Compra, cena y fotocopias de última hora. No veo la hora de refugiarme bajo el edredón y dormir. 

Pero nos acercamos al objetivo y merece la pena. 

Hoy voy a retomar los principios del hygge danés y la poca o ninguna gracia que les hacen las comparaciones. Los americanos nos vendieron esas urbanizaciones con casas iguales en las que la competencia por tener más y mejor era lo más importante. 

En Dinamarca y, prácticamente, en todos los países nórdicos, trepar y sacrificarse por dinero, está mal visto. 

Por el contrario, dedicar tiempo a la formación y al crecimiento personal habla bien de nosotros. Dedicar tiempo al desarrollo de los hijos, también. 

Ahora mismo estamos todos en casa haciendo un poco lo que nos gusta, hay cojines y mantas mullidas, té y silencio. Así es fácil no desear el hygge del vecino. Más difícil sería no comparar, si la situación fuese a peor.

Pero ¿por qué tentar a la suerte? Ninguna comparación es correcta si no es con nosotros y siempre hacia conseguir ser la mejor versión de nosotros mismos. 

Así que telerin telerón, este post se acabó con un zapato en la mano y otro en el escalón, pero en lunes. Mucho hygge.


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